lunes, 27 de febrero de 2017

HACER HUMOR CON EL PRESIDENTE DE UNA DICTADURA ES DELITO, HONRARLO PÚBLICAMENTE Y HUMILLAR A SUS VÍCTIMAS NO

He mirado en una enciclopedia cuándo se desmontó el último tribunal de la Santa Inquisición y parece que fue hacer cerca de 200 años; en 1826 quemaron al último hereje, un maestro valenciano. Pero aunque las instituciones desaparezcan, las culturas políticas que crearon puede sobrevivirlas, y durante muchas décadas.

En esta semana que acaba de comenzar siete personas van a ser juzgadas por tuits injuriosos. Una de esas personas hizo un chiste con la muerte del dictador Carrero Blanco y este poder judicial postfranquista la quiere condenar por haber humillado a una víctima del terrorismo. Durante sus años como alcaldesa de Madrid, Ana Botella, creo el Itinerario de la Libertad. Se trataba de reconocer y señalar los lugares en los que murieron víctimas del terrorismo. El primero que señalizó el ayuntamiento fue el punto de la madrileña calle Claudio Cuello en el que murió asesinado Luis Carrero Blanco, ala dura de la terrible dictadura franquista. Independientemente de que su muerte es un hecho histórico, utilizar la palabra libertad para recordarle es insultar y humillar a las miles de personas que sufrieron la dictadura franquista, que murieron lejos de las fronteras españolas porque tuvieron que exiliarse, que sufrieron detenciones ilegales, torturas, miedo y secuestro o violación de derechos humanos básicos. Cuando el ayuntamiento de Madrid gobernado por el Partido Popular humilló a las víctimas de la dictadura de esa manera, nadie en la Fiscalía pensó que esa decisión atentaba contra la protección de las víctimas de la dictadura, además de contra la indefensa palabra LIBERTAD. 

En twitter: @Emilio_Silva_
Criticar al presidente de una dictadura es delito; dedicarle homenajes como símbolo de libertad no tiene precio. ¡Y así todo!

El Partido Popular ha utilizado a las víctimas del terrorismo para labrarse un pasado democrático, del que evidentemente carece. Para ello ha construido la idea de que una persona asesinada por el terrorismo de ETA es automáticamente un defensor de la libertad. Una persona asesinada por un grupo terrorista puede ser o no ser un demócrata, lo que no cambia su estatus de asesinado. Que Carrero Blanco muriera asesinado en un atentado no lo convierte en un defensor de la democracia, porque no lo fue.

La baja y breve cultura democrática del Partido Popular es uno de los grandes lastres de nuestra democracia. De él se deriva su permanente y obsesiva destrucción de la independencia de poderes y ese hábito franquista de manejar el poder judicial a favor de sus intereses.

La libertad de expresión en nuestro país costó muchas vidas, biografías rotas, periodistas depurados que no volvieron a ejercer su profesión con la llegada de la dictadura, voces pisoteadas o que tuvieron que apagarse para sobrevivir. Cuando el poder judicial persigue esa libertad, la niega, la criminaliza, está pisoteando de nuevo las voces de todo lo que no pudo decirse, las vidas de todos los hombres y mujeres que tuvieron que callar en ese enorme silencio de la libertad que fue la dictadura franquista, en todo ese aparato de censura y represión del que Carrero Blanco fue el ala dura.

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