Pero en torno a ese atentado pasaron cosas muy graves que demuestran la putrefacción de ciertos ámbitos de nuestra democracia y de cómo la impunidad que se fabricó en la transición para disfrute de las élites franquistas corrompe las bases de la decencia democrática.
En enero de 2008 los periodistas María Jesús Güemes y Pablo J. Iglesias presentaron el libro "Si yo fuera presidente: Mariano Rajoy. Una oposición a La Moncloa". En él hay una referencia a los atentados del 11M que refleja cuál fue la estrategia de José María Aznar y el, en esos días, candidato a la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy. Durante la gestión del atentado, alguien en la sede del PP de la calle Génova dijo: "Los etarras se tienen que comer este marrón después de todo lo que han hecho. Vamos a conseguir un escaño por cada muerto" (191+).
El libro se presentó en el Hotel Palace y allí se encontraban: Mariano Rajoy, Pío García Escudero Soraya Sáez de Santamaría y otros insignes líderes populares. Entre otros contenidos del libro y requeridos a la salida por algunos periodistas, parecían respaldar esa afirmación.
Lo que hicieron los dirigentes del Partido Popular en esos días pensando que se garantizaban la mayoría absoluta, debería haberse resuelto ante un tribunal. Ahora vemos que no se trataba de conservar el poder por el poder; sus tramas corruptas estaban trabajando a pleno rendimiento, llenando cajas B y moviendo sobres a toda máquina.
Y entonces llegó el diario El Mundo; alguien debía lavar la cara de los Aznar y compañía y lo que empezó como la siembra de dudas se convirtió en un pingüe negocio editorial capitaneado por cuatro periodistas: Pedro J, Ramírez, Federico Jiménez Losantos, Casimiro García Badillo y Victoria Prego.
Durante años sembraron mentiras, trozos de verdades y enormes falsedades, e incluso llegaron a sacar en la portada de su periódico al hombre que vendió los explosivos de los atentado convertido en una víctima, fotografiado el día de su boda y retratado como un jovencito "adorable" dedicado a ayudar a cruzar semáforos con ancianas.
Por ejemplo esa portada sobre la tarjeta del grupo Mondragón, que luego era una cinta de la Orquesta Mondragón....
Pero en esta España impregnada de franquismo, los cuatro mencionados periodistas han continuado su carrera intachable, han estado en programa y tertulias pagados por la televisión pública con el dinero de todos, y no han sufrido ninguna actuación de la fiscalía pese a que podrían haber rozado el delito de encubrimiento. que según nuestro código penal es:
Artículo 451
Será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años el que, con conocimiento de la comisión de un delito y sin haber intervenido en el mismo como autor o cómplice, interviniere con posterioridad a su ejecución, de alguno de los modos siguientes:
1.º Auxiliando a los autores o cómplices para que se beneficien del provecho, producto o precio del delito, sin ánimo de lucro propio.
Pero en esta España de transición ejemplar la fiscalía no ve cosas como estas porque es mucho más útil y necesario encarcelar titiriteros o raperos.
Ahora vemos a Victoria Prego como defensora del periodismo y si existieran mecanismos de control de la mala práxis ella y el resto de artífices de las mentiras del 11M hubieran tenido que dejar la profesión y habrían sido repudiados por el colectivo de periodistas. Pero, como dice un hispanista norteamericano: "el gran problema de España, es no saber no perdonar". Si ni perdonáramos ni olvidáramos viviríamos en un país mucho mejor, no hay duda.
1 comentario:
¿Te refieres a la Ser y a El País con sus "terroristas suicidas" de los trenes que luego nunca aparecieron?
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