miércoles, 18 de octubre de 2017

España presume ante el mundo de su defensa de los Derechos Humanos. ¿En serio?



Hubo un tiempo, antes del fin de la guerra fría en que la ONU parecía un verdadero árbitro ético de la política internacional. Sus organismos generaban respeto, sus cascos azules eran héroes en misión planetaria y la Organización de Naciones Unidas era la esperanza para millones de seres humanos pisoteados. 



Pero acabó la guerra fría y aquel organismo supranacional destinado a crear equilibrios entre grandes y pequeños, creado el 24 de octubre de 1945 para convertir en ética internacional todo el sufrimiento de la humanidad acumulado en la Segunda  Guerra Mundial, se comenzó a evaporar.

Los Estados aprendieron a no hacerle caso, a quitarle financiación y a deteriorarlo para que su poder ético se derrumbase. 

El pasado lunes el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy decía en un tuit. “Satisfecho por la elección de España como miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU para el periodo 2018-2020. ¿Qué quiere decir exactamente eso? ¿Cómo es posible?
Se felicita por entrar en el consejo de derechos humanos el presidente de un país que no hace nada por buscar a las 114.226 personas desaparecidas por la dictadura franquista; que se niega a acoger a miles de refugiados que tienen derecho de asilo porque huyen de una violencia extrema; el mismo que obligó a Ascensión Mendieta a cumplir 88 años a bordo de un avión que la llevaba a Buenos Aires, para buscar en la justicia argentina la ayuda que obtuvo porque la justicia española se negaba a garantizarle el derecho a enterrar dignamente a su padre.

El Estado español es tremendamente precario en cuestión de Derechos Humanos. El Congreso de los Diputados no tiene una Comisión de Derechos Humanos y el único departamento estatal que se encarga del tema forma parte del organigrama del Ministerio de Asuntos Exteriores, que es como decir que esos problemas están fuera y lejos. Si alguien visita su web y pincha en el link que dice “Prioridades de España” verá que todas están señaladas a miles de kilómetros. 

Que la ONU conceda a un país como España un asiento en ese consejo es una muestra de debilidad, de enorme deterioro, de que finalmente se está convirtiendo en poco más que una coartada. Pero si miramos dentro de ese Consejo y vemos que lo preside Arabia Saudí, el país sin democracia que ejecuta a blogueros opositores y aplica arbitrariamente la pena de muerte, no es necesario que expliquemos mucho más. Rajoy está satisfecho, y un derecho es un derecho.

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