Uno
de los acontecimientos recientes en los que se hizo más visible la apuesta del
PP por manipular el pasado, fue el bicentenario de la guerra de independencia
de 1808. En ese momento se estaba aprobando el estatuto de Cataluña y los
populares trataron de utilizar la conmemoración de una guerra de independencia
dentro de su guerra contra el independentismo. Parte del debate público sobre
el estatuto catalán era el uso del término nación. Esperanza Aguirre, con la
batuta política en su mano, organizó una gran exposición y colocó una inmensa
lona en la sede presidencia madrileña en la que podía leerse el lema del
bicentenario dirigido directamente al nacionalismo catalán y al español:
“1808-2008: Un pueblo, una nación”.
Esta noche el presidente del Gobierno,
Mariano Rajoy, concede su primera entrevista televisiva. Se trata de un pequeño
acontecimiento político y mediático, provocado en parte por su necesidad de
combatir la pérdida de apoyo y hacer propaganda sobre sus medidas en un día en
que comienza el curso escolar, marcado por la incertidumbre y los numerosos
recortes en becas de libros, personal docente y ayudas a familias con
necesidades.
Pero de todas las lecturas que pueden
hacerse de la entrevista hay una conmemorativa que no ocurrirá dentro del plató
donde se sentará Rajoy, sino en la parrilla de la programación. Rajoy
ha elegido para la entrevista el mismo día que TVE estrena la serie sobre
Isabel la Católica.
Podría parecer una simple coincidencia, una casualidad
inconexa. Pero si repasamos acontecimientos anteriores veremos que no fue así.
En mayo del año 2003 el papa Juan
Pablo II visitó España. José María Aznar gobernaba entonces con mayoría
absoluta y en uno de los actos en la Plaza de Colón acudió a visitar al
pontífice con toda su familia extensa. En esa ocasión el presidente del
Gobierno le ofreció como regalo una biografía de Isabel la Católica. No se
trataba de un simple gesto, ni de una casualidad.
Existe en la derecha española un gran
grupo de presión que trata de subir a la reina de Castilla a los altares. La
causa fue iniciada por el arzobispo de Valladolid, José García Goldáraz, en
1957. Y ha sido mantenida por un sector ultraconservador de la iglesia
católica. Unos meses antes de que Aznar entregara esa biografía a Juan Pablo
II, el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, entregó al papa en el Vaticano
un facsímil del Testamento y Codicilio de la Reina Isabel.
La obsesiva labor de Aznar con el tema
le llevó a adelantar la conmemoración del quinto centenario de la muerte de la
reina de Castilla. Ella falleció el 4 de noviembre de 1504, pero como Aznar
quería hacer algún acto siendo todavía presidente del Gobierno, ordenó
adelantar la exposición: “Isabel la Católica. La magnificencia de su reinado” al 26
de febrero de ese año, en pleno arranque de la campaña electoral. El diario El
Mundo que dedicó su portada del magazine del domingo 11 de abril a “Dos
Isabeles que cambiaron España”. Se aprovechaba el segundo centenario de la
muerte de Isabel II para acompañar a Aznar en sus actos presidenciales hacia
Isabel la Católica.
Podría parecer este texto el arranque
de una novela de Down Braun, la existencia de una sociedad secreta que cambiará
el mundo cuando una reina suba a los altares. Con Juan Pablo II las cosas
estuvieron difíciles. No por falta de conservadurismo, sino por la práctica
política del Vaticano de acercamiento a las otras grandes confesiones
religiosas a las que Isabel la Católica expulsó. Además de las matanzas de
indígenas que se llevaron a cabo con la conquista de América.
Mariano Rajoy también ha participado
en el empuje de la reina castellana a los altares. En enero del año 2006, en
una visita al Papa en el Vaticano, le regaló a Ratzinger un catálogo de la
exposición sobre Isabel la Católica, la misma que había inaugurado Aznar. Las
estanterías de la residencia papal deben estar llenas de libros sobre la misma
reina castellana. Y no es por falta de imaginación a la hora de elegir regalos,
es una gota malaya con la que los herederos del nacionalcatolicismo no están
relatando sumisión de España, su lectura del pasado y el intento de luchar por
una comunión entre la iglesia católica y el Estado.
Isabel la Católica forma parte del
imaginario colectivo de la derecha secular española y el inicio de una cultura
política que ha llegado hasta nuestros días. Esta noche, cuando Mariano Rajoy
se convierta en su telonero, estará lanzando un mensaje al ala dura de su
partido y es bastante probable que en el final de la entrevista se hable de la
serie televisiva y Rajoy valore al personaje central.
Esa tradición “isabelina” siempre ha
estado activa en la derecha española. El 17 de julio de 1940, en un acto de
conmemoración del golpe militar, el dictador Francisco Franco incluyó en su
discurso una referencia a los Reyes Católicos. “Pues
habéis de saber que esos Siglos de Oro de nuestra Historia, esos siglos que
miramos como cimientos y fundamento de la Nación española, los siglos en que
Isabel y Fernando llevaban sus pendones por España, eran hermanos del que ahora
alumbramos. Una España dividida, una España sojuzgada, una España llena de
miserias, una España rica en cicateros y egoísmos, fue la que ellos
encontraron. ¿Y qué es lo que hicieron los Reyes Católicos? ¿Qué fue su primer
acto del matrimonio de Isabel? El primer acto político, el de preparar la
unidad de España uniendo los dos grandes pedazos en que estaba dividida”.
La cultura política de la derecha española está
plenamente impregnada por el catolicismo más rancio. Sólo así pueden explicarse
algunos de sus comportamientos electorales, dando mayorías a quienes están
imputados o inculpados por delitos de corrupción, como si el voto, la
introducción de una papeleta en una urna, fuera un acto de fe incondicional,
independiente de que los resultados sean buenos o malos, porque los dirige una
voluntad superior.
También lo es su periódica persecución de
herejes contemporáneos: ya sea Pilar Manjón, contra la que se ha lanzado una
tromba inquisitorial por ser víctima del terrorismo y no abrazar al
nacionalcatolicismo o el doctor Luis Montes, acusado de suplantar la voluntad
de Dios “provocando” la muerte con sus cuidados paliativos.
Y ahora, el Partido Popular, subido al
caballo de la crisis, comienza una reconquista. El discurso contra el Estado
autonómico. La criminalización del hereje moderno, del estudiante que aparece
señalado con un capirote en la portada de La Razón. La defensa de los
objetivos de los sectores ultraortodoxos de la iglesia católica. La insumisión
a la sentencia del Tribunal Supremo contra la financiación pública de colegios
que segregan a niños de niñas o el nuevo frente gubernamental para restringir
la interrupción del embarazo forman parte de esa reconquista. Un trabajo
orientado a eliminar al diferente, a expulsar al no converso, a transformarnos
en un monopueblo, esa España que es una y no cincuenta y una, esa España que un
día al salir de misa grite al unísono, como un solo hombre, que somos un solo
pueblo y una sola nación.
Hasta aquí es un artículo que escribí en septiembre de 2012. Hoy, aniversario de la muerte de Isabel la Católica, VOX, coge el relevo de la leyenda negra como aspiración nacional...
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