OTRA MIRADA ES POSIBLE
Análisis de la actualidad que tiene muchas formas de ser interpretada.
domingo, 21 de mayo de 2023
viernes, 14 de abril de 2023
14 de abril: la Segunda República vista desde la lengua de una mariposa
Una vez recogidos los animales y cerrada la puerta de casa,
el padre se sentaba a liarse un cigarrillo junto a la chimenea, la madre cosía
con la tenue luz de las brasas dejándose la vista en no perder el hijo y el
hijo pequeño sacaba de la cómoda el libro que les había correspondido, se
sentaba junto al fuego y comenzaba a leerles una historia a sus padres. La
imagen resulta inusual, pero fue muy real en miles de pueblos españoles en los
que los cambios de la Segunda República, su esfuerzo en alfabetizar el país
construyó ese momento histórico en el que los hijos de jornaleros analfabetos
pudieron recibir instrucción pública y, una vez que sabían leer, acceder a
alguno de los 600.000 libros que las misiones pedagógicas distribuyeron por más
de 5.000 pueblos, donde apenas unos pocos señoritos eran propietarios de libros
que no fueran la biblia.
La imagen de esos hijos contándoles cuentos a sus padres forma parte de la historia de uno de los proyectos pedagógicos más hermosos que se han desarrollado en la historia de la humanidad. Explica milimétricamente, además, lo que fueron los proyectos de transformación social de la Segunda República y todo el esfuerzo educativo que llevó a cabo para luego caer en ese agujero de la historia al que el fascismo arrastró a este país que estuvo durante casi veinte años de la dictadura sin construir un solo centro de enseñanza.
Cultura para escapar del hambre, para adquirir ciudadanía, para conocer los derechos, para igualarse con los que pontificaban desde los púlpitos y los cortijos de los latifundios. Había tardado en llegar el siglo de las luces, pero cuando el trabajo de la Institución Libre de Enseñanza se convirtió en guía de la política educativa, España inició un periodo de profunda transformación social, construida desde las urnas y el deseo de abandonar el atraso secular con el que los grandes estamentos españoles habían condenado a la ciudadanía.
De pronto el Estado, ese instrumento que regulaba de forma
amañada los grandes intereses, extendió su radio de acción, se volvió inclusivo,
señaló como ciudadanas a millones de personas que hasta entonces eran
insignificantes para las autoridades.
La Segunda República nació de forma pacífica, desde las
urnas, pasando por los ayuntamientos y por el convencimiento mayoritario de que
la monarquía era el principal impedimento para modernizar la sociedad. Mujeres
llamadas a votar, cientos de miles de personas analfabetas que dejaban de
serlo, remodelación de un Estado que hasta entonces estaba al servicio de la
iglesia católica y de los latifundistas; redacción de la primera Constitución
en el mundo que admitió como propio el derecho humanitario elaborado por la
sociedad internacional hasta la época.
Fue un momento hermoso sobre el que la dictadura echó
toneladas y toneladas de difamaciones, de falsificaciones, de generalizaciones,
repitiendo y repitiendo el relato de la violencia, los conflictos sociales, los
brotes revolucionarios, para justificar la necesidad del fascismo, de
filonazismo, de una mano dura que pusiera orden.
Escondieron y sepultaron a los hombres y mujeres que llegaban
a los pueblos más recónditos con bibliotecas portátiles, con gramófonos,
llevando la cultura a toda la ciudadanía como un derecho, sacando el poder de
la enseñanza de las sacristías, de los casinos de los propietarios, de las
instituciones constituidas por y para privilegiados.
Contaba un octogenario Agustín Aragón, en el año 2002, al pie
de una fosa común en la localidad burgalesa de Caleruega que en los años de la
república él era pastor y había sido alcalde de su pueblo, Espinosa de Cervera.
Lo explicaba entre bocanada y bocanada del oxígeno de la bombona. “Eso fue la
República, que un pastor como yo podía ser alcalde”.
Los años de la Segunda República concentraron el deseo de
generaciones y generaciones de desposeídos, de iletrados, de descalzos, de
olvidados, de personas cuya existencia estaba destinada a servir a señoritos, a
trabajar para señoritos, a dejar su destino en manos de señoritos.
La metáfora más hermosa para explicar el significado de lo
que fue la Segunda República está escondida en los pliegues de La lengua
de las mariposas, la película de José Luis Cuerda basada en el relato del
escritor gallego Manuel Rivas. En ella hay una escena en la que el maestro
republicano, cumpliendo el rito de la Institución Libre de Enseñanza de
mantener el contacto del alumnado con la naturaleza, sale a pasear con ellos a
observar las plantas, las aves, los insectos.
Hay un momento en que una mariposa se posa sobre una flor y
entonces uno de los alumnos pregunta cómo consigue mariposa introducir su
lengua en la flor para libar el néctar. Y el maestro para que lo entiendan
todos, les pone un ejemplo extraído de la propia vida de los niños. Le explica
que cuando está en casa y quiere tomar azúcar a escondidas, una vez que se
asegura de que no hay nadie en la cocina, acerca una silla a la pared de la
estantería se sube a ella en busca del bote del azúcar, lo coge, le quita la
tapa y cuando ya lo tiene al alcance de la mano se chupa la punta de un dedo y
pone el dedo sobre el azúcar. En ese momento, le explica el maestro, cuando el
dedo está en contacto con el azúcar el niño ya está sintiendo el dulzor que
tardará unos segundos en estallarle en la boca. La Segunda República fue
para millones de personas, después de decenas y decenas de generaciones, su
primera oportunidad para poner un dedo sobre el azúcar de la historia.
Los miles de libros que las personas que formaban parte de
las Misiones Pedagógicas repartieron a lo largo y ancho del país, eran el
manual de instrucciones de una sociedad que llevaba siglos siendo esperada. El
valor ético de los hombres y mujeres que llevaron a cabo ese esfuerzo es un
patrimonio sin el que será posible reconstruir el civismo ético y el compromiso
necesario para volver a poner el bote de azúcar de la historia al alcance de
las manos de quienes necesitan de la decencia democrática para dejar de
sufrir.
martes, 20 de septiembre de 2022
UNA ESPAÑA VACÍA QUE ¿DULCIFICA EL FRANQUISMO?
En La España vacía leo a Sergio del Molino afirmar que "en el franquismo se podía hablar de pobreza. Se podía lamentar y denunciar la situación de los pobres". Y parece una frase del guión de la historia de la dictadura franquista contada por Walt Disney.
Lo leo y me acuerdo de está fotografía que prohibió la dictadura y pienso: "España vacía pero ¿de qué? ¿de memoria?".
lunes, 11 de julio de 2022
USO Y ABUSO DE LAS VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA (POR PARTE DE LA DERECHA
·
A principios de los 90, la mayoría
electoral no se considera preparada para ver a la derecha en el gobierno
central. En 1995 sufre un atentado de ETA, del que sale ileso.Tras ese hecho,
la imagen pública del líder popular cambia y el PP da un giro a su interpretación
de la violencia terrorista
·
La exposición pública de las víctimas de
ETA permitía continuar ocultando a las víctimas de la dictadura, que esperaban
a un Estado democrático que garantizase sus derechos
Emilio Silva
Mientras la élite franquista
blanqueaba su biografía, para convertirse en élite democrática, el ambicioso
Fraga fracasó en sus repetidos intentos por llegar a la Moncloa, incapaz de
aceptar que la sociedad no quería un presidente del Gobierno que hubiera sido
dirigente en el franquismo.
Así que la derecha española,
herida por varias derrotas electorales, decidió llevar a cabo una gran
operación cosmética. En el congreso de enero de 1989, sueltan lastre del pasado
y Alianza Popular se refunda en el Partido Popular. Al mismo tiempo llevan a
cabo un cambio generacional; aparece un nuevo líder, José María Aznar, en ese
momento presidente de la Junta de Castilla y León.
El partido pasó a definirse
como fuerza de centro liberal, a pesar de que Aznar había sido durante su
juventud militante del Frente de Estudiantes Sindicalistas (FES), una
organización estudiantil que posteriormente se transformó en el partido Falange
Española Independiente (FEI). Encontró su legitimidad biográfica en el espíritu
de la transición, donde “todos renunciaron a algo” e incluso llegó a definirse
como el heredero de la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez.
Aznar, como líder del PP, no
consigue ganar las elecciones generales ni en 1989 ni en 1993; la mayoría
electoral no se considera preparada para ver a la derecha en el gobierno
central. Pero el 19 de abril de 1995 sufre un atentado por parte de ETA, del
que sale ileso gracias a viajar en un vehículo blindado. Tras ese hecho, la
imagen pública del líder popular cambia.
Es a partir de ese momento
cuando el Partido Popular da un giro a su interpretación de la violencia de
ETA. De su oposición a ella puede nacer la legitimidad que necesitaban para que
la sociedad considerase que se trata de una fuerza política de arraigo
democrático. Como consecuencia, la relación del PP con la Asociación de
Víctimas del Terrorismo (AVT) se intensifica y los populares comienzan la
construcción de una figura hegemónica, según la cuál, un demócrata es quien ha
sido víctima de ETA o condena públicamente su violencia.
Ser víctima de un delito
violento no tiene nada que ver con el hecho de ser demócrata, porque para serlo
hay que sostener y defender principios democráticos. Pero José María Aznar y su
partido planificaron la construcción social de esa asociación de conceptos. Eso
les permitía aglutinar su arcaica idea de la unidad del Estado, combatir una
anti España que le movilizaba voto, y legitimarse. En ese proceso llegaron
incluso a condecorar a Melitón Manzanas, uno de los más sanguinarios
torturadores de la dictadura, que fue asesinado por ETA.
La exposición pública de las
víctimas de ETA permitía continuar ocultando a las víctimas de la dictadura,
que esperaban a un Estado democrático que garantizase sus derechos. Más de cien
mil familias ansiaban la llegada de un Gobierno que reabriera las fosas,
cerrara las heridas y devolviera a los más de cien mil desaparecidos su buen
nombre y un lugar digno en el que reposar.
Cuando un ciudadano es víctima
de la violencia, las instituciones deben mirar el daño que ha sufrido y poner
en marcha la atención precisa, al tiempo que se produce la intervención
policial y judicial. Esa asistencia no puede depender del discurso político del
agresor ni del de la víctima; debe ser un derecho apartidista e indiscriminado.
Pero el PP ha establecido
durante sus años de gobierno una jerarquía en la atención de las instituciones
que tiene que ver directamente con su ideología. Durante años hemos visto cómo
las víctimas de la AVT recibían un trato preferente con respecto al de otras
organizaciones como la que preside Pilar Manjón. Es una clara prevaricación
humanitaria, consistente en diseñar sus políticas de atención a quienes han
sufrido delitos violentos desde sus intereses de partido.
Hasta ese punto, la hermana de
Miguel Ángel Blanco, María del Mar, actual presidente de la Fundación Víctimas
del Terrorismo, ofreció un discurso en el décimo séptimo aniversario del
asesinato de su hermano en el que agradeció al Partido Popular su política antiterrorista.
En el artículo tercero de sus
estatutos el PP se declara soidario con las víctimas de la violencia de
cualquier signo. Pero en sus años de Gobierno jamás ha movido un dedo por
reparar a las víctimas de la dictadura. Se trata de una cuestión compleja
porque, independientemente de que algunos de sus miembros justifiquen el
franquismo, supone criminalizar a sus padres fundadores. Su actitud ha sido la
de crear excusas, alguna tan manida y repetida como la de que dar una sepultura
digna a una víctimas de la dictadura reabre heridas. Por su parte, el PSOE
también ha acompañado al PP en esa política discriminatoria, en parte por
inercia y en parte por la culpabilidad de no haber hecho nada por las víctimas
del franquismo durante los gobiernos de mayorías absolutas de Felipe González.
En esa construcción, el PP
llegó a convertir en la prueba de la cultura democrática de un partido o
individuo la condena de la violencia de ETA. Se trata de un falso silogismo,
porque el rechazo de esa violencia lo pueden haber practicado en estos años
miles de torturadores franquistas, miembros de grupos de extrema derecha y
otros colectivos que desprecian la democracia. Y además un ejercicio de doble
moral. En el verano de 2013 el alcalde de la localidad lucense de Baralla, el
popular Manuel González que aseguró en un pleno municipal que “los que fueron
fusilados por el franquismo se lo merecían”. A este militante que justificaba
la desaparición forzada de 113.000 civiles el PP no loe pidió una condena de la
dictadura. Cuando desde algunos ámbitos se pidió su dimisión él aseguró que “el
partido ya me ha perdonado”.
Más doble moral; mientras el PP
ha tratado de sacar del juego político a quienes no condenaban la violencia de
ETA, financiaba con dinero público del a la Fundación Francisco Franco
(Ministerio de cultura 2000 ), sostenía monumentos a dirigentes franquistas,
responsables de los peores crímenes que hemos conocido, o apoyaba acciones
militares que han causado la muerte a miles de civiles.
De toda esa intervención en la
cultura política surge la reacción del con respecto a la afirmación de Pablo
Iglesias de que el terrorismo de ETA tiene “explicaciones políticas”. Las
declaraciones en las que Esperanza Aguirre le dice a Podemos que entregue a las víctimas el
dinero que le sobra del crowdfounding que ha hecho para demandarla, forma parte de esa cultura del PP que ha visto la financiación a
ciertas víctimas como la forma de adquirir pedigrí democrático.
Pero el final de la violencia
de ETA y los cambios que está generando la crisis han cambiado la realidad. La
raya que dibujó Aznar durante sus años de mayoría absoluta, a partir de la cual
quienes no estaban con él no merecían el nombre de demócratas, se diluye. Su
instrumentalización de las víctimas de ETA queda patente ante su abandono de
los desaparecidos de la dictadura o su política de desprotección de las mujeres
que sufren la violencia machista. Igual que sus condenas de la violencia, que
nunca han alcanzado a una de las dictaduras más sangrientas del mundo.
El PP ha utilizado política y
partidistamente las consecuencias de la violencia de ETA. Así se explica su
intento de modificar la autoría de los atentados del 11M de 2004, convencidos
de que tenían la mayoría pero si sostenían su versión de los hechos hasta el día
de las elecciones, tendrían la mayoría absoluta garantizada. Por eso resulta
evidente su sobreactuación cuando alguien afirma que existen explicaciones
políticas al respecto, como si sus dirigentes no hubieran hecho política con
los efectos de la violencia.
Pero el marco se desfigura y lo
que durante un tiempo fue un instrumento de persecución inquisitorial (basta
recordar la campaña contra Julio Medem por su documental La pelota vasca) se
desactiva por el cambio de contexto. Los límites políticos que establecieron
los padres de la transición se desdibujan. Cada vez es más evidente que en la
trastienda de la política institucional se priorizaban los privilegios y
prebendas de la oligarquía. Por eso, cuando ese sistema político nos ha traído
hasta esta crisis, sus herramientas se han mostrado inútiles para proteger
socialmente a la ciudadanía.
La derecha española se
encuentra en una encrucijada. Sus cimientos liberales se desmoronan y el uso
que ha hecho de las consecuencias de la violencia terrorista ya no sirven para
abatir adversarios. Con los efectos de la crisis, la sociedad ha adquirido
otras prioridades y desde el partido que gobierna y genera sufrimiento social
ya no es posible movilizar contra otros con la fuerza con que lo hacían antes.
El PP necesita construir nuevas
herramientas políticas que realmente operen en la sociedad. Sus reiterados
intentos por reabrir el debate acerca del terrorismo han sido infructuosos. En
estos momentos no son capaces de apreciar que su crisis va más allá del
descontento que generan sus políticas económicas y sociales. El desmoronamiento
electoral del PSOE supone también un cambio que deben elaborar. Es posible que
necesiten su regreso a la oposición para llevar a cabo una reflexión colectiva
que les obligue a romper los viejos lazos y a terminar con la
instrumentalización de las víctimas del terrorismo. Mientras tanto, intentan
convertir a Pablo iglesias en esa antiEspaña que hasta ahora movilizaba su
voto. Pero el cambio social generado por la crisis ha sido enormemente profundo
y es posible que no sean capaces de verlo hasta que un resultado electoral lo
saque a la superficie.
lunes, 20 de junio de 2022
¿PUEDE PEDRO SÁNCHEZ ESPERAR AL AÑO QUE VIENE PARA CONVOCAR UNAS ELECCIONES GENERALES?
El resultado de las elecciones andaluzas no ha sido una sorpresa pero puede ser una buena percha para colgar alguna decisión política trascendente. La inflación es ahora mismo la responsable del mayor ejercicio de oposición electoral al Gobierno. El Partido Popular no tiene que esforzarse mucho para generar una oportunidad en la que sustituirlo porque el Índice de Precios al Consumo es su mejor aliado. Ahora mismo basta con aplicar el método utilizado por Moreno Bonilla en las elecciones andaluzas; hacer una campaña sin campaña. La misma estrategia de José María Aznar en el año 2000 que hizo el mínimo ruido posible para no despertar a la abstención de la izquierda y obtuvo 183 escaños que dejaron perplejos a toneladas de analistas electorales.
La abstención en la izquierda es sensible y crece con la realidad y las numerosas desilusiones que le provoca la gestión política. La participación electoral de la derecha suele ser más disciplinada, más religiosa, es una demostración de fe. A eso hay que añadirle que cuando los políticos del PP prometen rebajas fiscales en un momento de inflación disparada están utilizando un superconductor que se suma a los fallidos intentos por limitar y disminuir el gasto en energía.
La previsión es que a lo largo de este año el IPC alcance cerca de 9%. Los vasos comunicantes de la vida doméstica hacen que crezcan los precios y decrezcan los votos. Pero hay un punto crítico en esa realidad que puede arrasar cualquier expectativa electoral de los partidos que gobiernan; el ajuste de las pensiones y los sueldos de los funcionarios cuando acabe el año.
En enero del año que viene el Gobierno tendrá que anunciar la cifra del poder adquisitivo que van a perder más de 10 millones de personas, los cerca de 9 millones de pensionistas y los más de 2 millones de funcionarios. El Estado del déficit público y la voluntad política van a obligar a perder a esos dos enormes colectivos un 5 o un 6 por ciento de su capacidad de gasto; casi como si les quitaran una de las catorce pagas que reciben al año. Se trata de una medida que va a tener terribles consecuencias electorales y que cualquier Gobierno preferiría llevar a cabo poco después de haber pasado por las urnas y no unos meses antes.
También está la voluntad política. Hemos visto al Gobierno limitar precios como los de las pruebas de antígenos pero no "puede hacerlo" con el precio de la gasolina o de la energía eléctrica. Con esos ha preferido subvencionar el precio del litro o limitar el precio del gas para uso de producción eléctrica. La jugada política de los surtidores lleva asociado el hecho de que cuando se paga se le recuerda al consumidor el dinero que le está "dando" directamente el Gobierno en esa subvención. Podría ser un mecanismo de repetición electoral muy favorable si no fuera porque el mercado devora de manera acaparadora y el precio del combustible se ha comido los céntimos de subvención y otros tantos más.
El resultado de las elecciones en Andalucía podría ser una buena percha para crear la narración de otra causa para un adelanto electoral que no sea la del aumento de los precios porque eso sería asumir directamente la responsabilidad o la incapacidad para contenerlos. Se pueden crear otras situaciones: otra puede ser la ruptura de la coalición de partidos que ahora mismo celebran los martes los Consejos Ministros en la Moncloa.
La inflación y las consecuencias que va a tener de pérdida de poder adquisitivo para millones de personas por decisiones de Pedro Sánchez son un lastre que tiene al Gobierno en caída libre electoral. Si decide agotar la legislatura su desgaste para entonces puede ser catastrófico. Si las adelanta es evidente que corre muchos riesgos pero se enfrentaría a los comicios con algo de oxígeno.
Tiene alguna opción, como crear ese impuesto a los ricos que permita mantener el poder adquisitivo a quienes reciben la mensualidad desde las instituciones del Estado. Veremos qué pasa tras la cumbre de la OTAN. Pero es posible que el punto crítico que le espera en el inicio del próximo año sea inasumible para quienes ven que el suelo electoral se encoge considerablemente bajo sus pies.
sábado, 2 de abril de 2022
POCAS COSAS LE GUSTAN MÁS A LA DERECHA ESPAÑOLA QUE UNA "KALE BORROKA" UNIVERSITARIA
En la tarde de ayer, el ínclito superespañol Ortega Smit, trató de llegar hasta el interior de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Había convocado un acto con un colectivo llamado 711, que pretende devolvernos a la época visigoda. El acto no fue autorizado pero lo que le interesaba al dirigente de VOX no era sentarse en una mesa de un auditorio para recitar la lista de los reyes godos; lo que le interesaba era la bronca con los estudiantes y esa la tuvo.
Así que coincidiendo con el congreso nacional en el que el Partido Popular espera resucitarse a sí mismo, Ortega partió a buscar entuertos y tratar de conquistar un hueco en los informativos de televisión.
A la derecha española le encantan este tipo de turbas. En unas cuantas ocasiones han utilizado las universidades para abrir un telediario y eso crea adicción. Así que Ortega (quitarle el Smith es claramente disminuirlo) se plantó a la entrada de la Facultad de Políticas, con una buena convocatoria de medios de comunicación, dispuesto a hacerle ver a este país que mientras el PP trata de salir del túnel quien se enfrenta a la "kale borroka" comunista es él/son ellos.
La respuesta de los estudiantes y del profesorado de la facultad fue contundente. Se plantaron en la puerta para dejar claro su rechazo a la extrema derecha, en defensa de los límites democráticos de la universidad y rechazando a quien quiere negar derechos, promulga los valores de la intolerancia y por tanto, daña a la democracia.
Lo interesante de analizar es lo que provoca en la derecha española ese choque entre estudiantes de izquierdas y líderes ultra españoles. Y claramente tiene que ver con la vigencia en su imaginario de la anti España; la que no acepta a ciegas el catolicismo, la que se desprendió de las ansias imperiales, la que es capaz de fragmentar el territorio, la que deja de-generar al macho ibérico, la que pervierte la pureza de nuestra historia, la que no añora los tercios españoles, la que luchó contra el franquismo, la que no rinde pleitesía al monarca, la que no acepta el destino de sus líderes naturales por la gracia de Dios.
Así ha sido desde los tiempos de la inquisición y sigue siendo dentro de ese hermetismo secular en el que viven y se suceden las élites españolas, encantadas de su autarquía y su desprecio por la inteligencia.
Las derechas españolas eligen bien las facultades que visitan. Necesitan un conflicto muy visible. Necesitan que los acompañen antidisturbios, con sus estandartes y armaduras medievales. Necesitan jóvenes que les griten, que les impidan, que les nieguen derechos que jamás han defendido a los que apelan únicamente en esos momentos.
Hay una anécdota que explica muy bien lo que buscan. En las elecciones europeas de 2014 Rosa Díez planificó su primera acto de campaña en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense. Quería abrir telediarios increpada por jóvenes que trataran de impedir su acto y la envistieran de víctimas de la intolerancia. Una buena bronca merece un buen espacio en los medios. Pero en aquella ocasión los grupos de estudiantes y algunos profesores llegaron a un acuerdo. Se iban a disfrazar de falangistas, toreros y monjas para recibir a la entonces líder de la extinta UPyD. +
Cuando esa noticia llegó a su equipo de campaña se reunieron para planificar una respuesta y la decisión que tomaron fue suspender el acto. Querían una bronca televisiva pero no hacer el ridículo.
viernes, 4 de marzo de 2022
LA MEMORIA DEL MIEDO: LOS OJOS DE SENÉN
6 de octubre de 2009
Los ojos de Senén escudriñan la tierra con angustiosa atención, como si estuvieran escaneando el terreno que se extiende a sus pies en busca de una minúscula partícula de tiempo, un pequeño agujero por el que pueda regresar su pasado, por el que pueda liberar los recuerdos que ha reprimido durante más de seis décadas. Atiende, revisa, trata de controlar cada movimiento, se concentra, busca, persigue una astilla de aquella infancia que un día le arrebataron un grupo de pistoleros falangistas.
Los arqueólogos, arrodillados dentro de la fosa, llevan dos días recuperando los restos de su padre, de su tío y de otros tres hombres que compartieron aquel trágico destino. Trabajan con cuidado, con la delicadeza que no tuvieron los que apretaron el gatillo, los que fueron capaces de asesinar y esconder los cadáveres de sus víctimas y alargar sin fin el sufrimiento de sus familias.
Las horas y los minutos de aquel día están grabados en su memoria, con la misma precisión y plasticidad con la que la tragedia madrugó aquella mañana de 1936, en la localidad berciana de Fresnedo. “Era martes, era martes”, repite triste y mecánicamente, con los brazos apoyados sobre un andamio y los ojos clavados en aquella fosa que se tragó su niñez.
Era la mañana del 1 de septiembre de 1936. Un camión repleto de falangistas aparcó a la entrada del pueblo. “Aquella mañana madrugaron –recuerda-. Tardaron cinco horas en arruinarnos la vida”. Requeridos por el cura del pueblo los falangistas buscaban un arsenal de armas de los guerrilleros que no encontraron. “Registraron el pueblo de arriba a abajo. Y cuando vieron que no había nada se llevaron a mi padre, a mi tío y a otros tres vecinos; todos militantes o simpatizantes de partidos progresistas”. Cuando los subieron a la camioneta y se puso en marcha Senén echó a correr con todas sus fuerzas, tratando de rescatar al padre de una muerte segura. Corrió y corrió con todas sus fuerzas hasta que ya no pudo más. “Se lo llevaron; nos lo quitaron para matarlo aquí y castigar a toda la familia”.
Senén García tenía en ese momento 77 años y había dedicado su vida a trabajar la mina y a cultivar algunas fincas de la familia. Durante muchas décadas no habló con nadie acerca del lugar donde descansaban los restos de su padre. Era un secreto que se susurraba en las cocinas o en la oscuridad de las alcobas. Su hija Rosa, apenas supo diez años antes dónde había muerto su abuelo. “Me decían que había muerto en la guerra, pero hasta entonces no supe nada de que lo hubieran asesinado y enterrado en una fosa, al borde de una carretera por la que paso casi todos los días”.
Cerca del kilómetro 11 de la autovía que sale de Ponferrada en dirección a Villablino había dos fosas. En ellas descansaban cinco hombres: los hermanos Pascual y Antonio García y los otros vecinos de Fresnedo; Florentino Enríquez, Santiago García Arroyo y Cesáreo Fernández. Los cinco fueron asesinados aquel primero de septiembre de 1936, después de que salieran de Fresnedo en esa camioneta que Senén no pudo alcanzar.
La carrera con la que Senén se despidió de su padre no fue el punto final de su tragedia. Cuando regresaba al pueblo vio una terrible humareda. Su casa y la de su tío estaban ardiendo. Corrió hacia allí y al llegar encontró al grupo de la falange comiéndose el jamón que unas horas antes estaba colgado en la despensa de su familia. “Vete a consolar a tu madre”, le dijeron.
Mientras los arqueólogos rescatan los restos de aquellos cinco hombres, Senén repite constantemente una frase: “Todo lo que brota, lo cortan; todo lo que brota, lo cortan”. Tiene miedo. Miedo de aquellos que le fusilaron la infancia y de que en el comienzo del siglo XXI alguien pueda llegar a la excavación y atacarle. Pero el daño ya se lo hicieron y la misma tierra con la que enterraron a su padre sale de la fosa para enterrar su miedo, para terminar con la obediencia con la que la dictadura franquista programó a la sociedad para construir la impunidad de sus crímenes, para borrar de los espacios públicos el rastro de las brutalidades que cometieron en nombre de la salvación de España.
La historia de Senén salpica el Bierzo y casi todos los rincones de la parte de la península ibérica sometida durante cuatro décadas al poder del general golpista, Francisco Franco. Cuando por casualidad, en marzo del año 2000, encontré la fosa en la que se encontraban los restos de mi abuelo, Emilio Silva Faba, asesinado en Priaranza del Bierzo el 16 de octubre de 1936, toqué casi físicamente ese miedo que me cerraba puertas por todas partes.
La primera vez fue en Villafranca del Bierzo, donde mi abuelo tenía su tienda, La Preferida, y de donde salió aquella triste y terrible noche otoñal de 1936 dentro de un camión de gaseosas Olarte. Llegué dispuesto a preguntar a todas las personas mayores que viera. Frente a la Colegiata, a unas decenas de metros de dónde durante años figuró en un monumento como libertador de la Villa el Comandante Manso, vi a un hombre leyendo el periódico, sentado en una silla, casi en el umbral de la puerta de su casa.
Me acerqué y comencé a conversar con él con precaución, porque no quería asustarlo. Le hablé de mi familia, de mis vínculos con aquel lugar donde ocurrió algo que más de setenta años después me hace escribir estas líneas; ese es el peso que tiene el pasado sobre el presente. Entonces el hombre, después de mirarme varias veces de a arriba abajo y considerar si yo suponía o no un peligro para él, dobló el periódico, lo dejó sobre sus piernas y me habló.
Mientras comenzaba a relatar de forma inconexa algunas de las cosas que ocurrieron en la Villa durante la ocupación franquista, me pareció ver una sombra que se desplazaba de un lado a otro por la parte interior de la puerta de su casa. Al principio no la distinguí pero luego vi perfectamente cómo desde la sombra salía una mano y lentamente se acercaba a la chaqueta del anciano para tironear de ella.
El hombre hizo caso omiso de aquella alerta. Pero entonces el antebrazo que yo podía ver se agitó con más energía, mientras él hablaba de dos hermanas a las que los falangistas les habían rapado la cabeza y las habían paseado por el pueblo llenándoles el cuerpo de aceite de ricino para que la humillación fuera mayor. Luego me contó que el muro final del parque de la herradura lo habían hecho presos políticos y que después de que lo terminaran no se les volvió a ver por allí, “así que vaya usted a saber qué fue de ellos”.
En ese momento el tirón que recibió la chaqueta de mi informante casi lo tambaleó en la silla. Al tiempo que el brazo inquisidor se movía oí un susurro. La primera vez que sonó no fui capaz de interpretarlo, pero la segunda sí. “Calla, calla, no sabes qué quiere”. Y en ese momento el brillo de unos ojos se clavó en mi mirada, sin que yo pudiera distinguir el rostro de la mujer que logró poner fin a esa conversación.
La represión en el Bierzo fue especialmente dura y unilateral; cientos de civiles fueron asesinados, expoliados y hechos desaparecer. Mi padre recuerda que a principios del verano de 1936 apareció un cadáver en las inmediaciones de Pereje. Estaba bien vestido y boca abajo. Los dos primeros días nadie se atrevió a tocarlo y a darle la vuelta para tratar de averiguar quién era. Pero pasados dos días, cuando se convirtió en un problemas de salud pública se reunieron varios vecinos y decidieron enterrarlo.
Por la noche, para no ser vistos por quienes pudieran haberlo asesinado, se acercaron con un carro hasta el lugar en el que se encontraba. Cuando giraron el cuerpo del asesinado y le iluminaron el rostro nadie lo reconoció. Le registraron los bolsillos por si podían encontrar alguna pista, pero los tenía completamente vacíos. Así que lo trasladaron hasta el cementerio y en un osario lo enterraron esa madrugada. Nadie lo reclamó jamás, ni lo ha hecho todavía, pero el pueblo entendió perfectamente el mensaje que acompañaba al cadáver, la lección que brindaba a quienes no se habían sumado al golpe militar e incluso públicamente podían mostrar alguna animadversión al poder violentamente constituido.
Mucha gente no entiende que es esto de la recuperación de la memoria histórica. Pero el lenguaje es sabio. Todo lo que está ocurriendo en los últimos años es la forma de expresar que quiere decir entre otras cosas dejar de estar preso (ex=preso). Las exhumaciones, los homenajes, los reportajes, las investigaciones y los intentos por hacer justicia son formas de expresar el dolor de miles y miles de españoles y españolas que vivieron gobernados por quienes perpetraron esos crímenes y no han tenido las más mínima reparación una vez que ha llegado la democracia. Ahora , los nietos de esos hombres y esas mujeres estamos ayudando a que eso se ex=prese y dejemos de ser prisioneros de aquel miedo.