viernes, 16 de octubre de 2020

SOBRE EL CASO LARGO CABALLERO


Cuando se hace una Ley de la Memoria en 2007, que no es una ley de la Memoria antifranquista; cuando se llama fallecidos a los republicanos asesinados en los campos nazis de concentración, y así se dice en un monumento público, inaugurado por la vicepresidenta responsable de memoria democrática; cuando se arrasa con lugares de memoria, como la plaza de toros de Badajoz o la cárcel de Carabanchel; cuando se trasladan los restos de Franco de un gigantesco mausoleo de propiedad pública a un panteón de propiedad pública, que siguen pagando sus víctimas con sus impuestos; cuando el Ayuntamiento de Madrid, de Martínez Almeida, destroza las lápidas de 3000 fusilados por los franquistas en el cementerio de la Almudena y el Gobierno "más progresista de la historia" no declara ese espacio Bien de Interés Público, lo protege e interviene en él; cuando un documentalista es condenado por grabar una misa fascista, qué celebra la matanza de miles de civiles, en un edificio dedicado a los caídos de propiedad pública del Ayuntamiento de Pamplona y no pasa nada; cuando se tiene la Presidencia del Gobierno y se consiente la permanencia del Arco del Triunfo qué conmemora la victoria de Franco, de Hitler y de Mussolini y no se hace nada; cuando mueren o siguen vivos torturadores franquistas con medallas colgando en su pecho y pensiones especiales ingresadas en sus cuentas bancarias; cuando la búsqueda de las personas desaparecidas por la represión franquista se planifica en una calculadora electoral; cuando una ley de amnistía fue propagada como un acto de reconciliación; cuando una nueva ley, y ahora de memoria democrática pretende hablar en los colegios de Clara Campoamor pero no contar nada de cómo Queipo de Llano alentaba a que fueran violadas mujeres como ella ... pasan y pasarán estas cosas con los monumentos a las y los Largo Caballero. Los procesos sociales son la suma de lo que se hace y de lo que no se hace. Por eso sirve de poco el pataleo si cuando se apruebe en el Parlamento una ley de memoria democrática no se ha convertido en una ley de Memoria antifranquista.

lunes, 12 de octubre de 2020

AGUJEROS EN EL SILENCIO: VEINTE AÑOS DE REFLEXIONES EN TORNO A LA MEMORIA HISTÓRICA

Hace exactamente veinte años que se estaba terminando de organizar la exhumación de una fosa en Priaranza del Bierzo. Allí estaban los restos de trece civiles republicanos de izquierdas, asesinados el 16 de octubre de 1936 por un grupo de pistoleros de falange. Entre ellos, los restos de mi abuelo, Emilio Silva Faba.

La exhumación comenzó el 21 de octubre de 2000 y la fosa fue un "agujero en el silencio" acerca de los desaparecidos de la represión franquista. Cuando se cumplen veinte años, que sí son algo, aquí están recogidas un montón de reflexiones que muestran la evolución y el aprendizaje para desentrañar los efectos y las causas de la represión y a señalar los espacios y comportamientos políticos y culturales en los que sobrevive el franquismo.

Tras un prólogo que contextualiza el momento de la publicación y su significado, el libro arranca con el texto "Mi abuelo también fue un desaparecido", en el que el autor, en septiembre de 2000, citaba por primera vez a los asesinados extrajudiciales, a los que se llamaba paseados, como desaparecidos, una categoría jurídica y penal que define a quien ha sido secuestrado, torturado, asesinado y su cadáver oculto para negarle la honra y multiplicar el dolor de su familia y de sus compañeros. Desde ese giro que introduce en el ámbito de los derechos humanos de la dictadura franquista los asesinatos de paramilitares de falange, arrancan estos agujeros que tiene objeto terminar con el silencio, enunciar y denunciar los crímenes del franquismo.

Estos agujeros en el silencio avanzan cronológicamente para explicar la evolución en el análisis de la patológica relación del presente con ese pasado [narrado idílicamente desde la recuperación de la democracia en la transición]. Los textos han tratado de desvelar y denunciar las estrategias del poder para esconder, justificar y consolidar la impunidad de los crímenes de la dictadura como la normalidad en una democracia. Son una radiografía del franquismo institucionalizado después de Franco, que ha mantenido durante cuatro décadas los límites de la democracia para que ninguno de los poderes del Estado haya perjudicado sus intereses, su estatus y el blanqueamiento que hicieron de sus biografías.


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